📕 A propósito del profesorado en artes

Reflexiones sobre nuevas prácticas de conocimiento del mundo, o introducción a cómo librarse del yugo materialista.

Texto publicado en el catálogo de la exposición: Rafael Pérez Contel. Un profesor innovador en la enseñanza del arte.

Recojo el testigo de la invitación a escribir un breve texto en ocasión de la celebración de la exposición sobre el trabajo, la obra y la vida del profesor de artes Rafael Pérez Contel. Con la intención de establecer una, igualmente, breve reflexión sobre las formas en las que el arte nos permite, establecer nuevos paradigmas de conocimiento que desafían la mirada unívoca y unilateral impuesta por el pensamiento materialista dominante. #textos #publicaciones

Siendo para ello, completamente consciente del limitado público lector que ya de por sí tienen las publicaciones académicas y los textos de los catálogos. Al menos, si alguien dedica unos minutos de su valioso tiempo a leer este y los otros textos del mismo, mi intención no es redundar en aquello que la exposición o el propio conocimiento del trabajo del profesor Pérez Contel, genera. Un aspecto que ya ha recogido muy bien el investigador Alejandro Macharowski en sus publicaciones (Macharowsky, 2021). Por el contrario, propongo partir del conocimiento y la experiencia del pasado y del trabajo de profesores como Pérez Contel en ese pasado, para proyectar una reflexión hacia el futuro de la práctica y la concepción de la educación artística, para aquellas personas atrevidas y dispuestas a leer unos textos que tradicionalmente pasan desapercibidos.

Voy a tratar, por tanto, de ofrecer unas pinceladas de lo que, a mi juicio, podría ser el papel del docente en educación artística en un futuro, si proyectamos una mirada ambiciosa y superadora de prejuicios, autolimitaciones, miedos y complejos, de los que habitualmente vamos sobrados, tras nuestra máscara de artistas, a veces malditos e incomprendidos (Shinner, 2004). Pero no solo miedos, muchas veces también incapacidades y frustraciones, porque no decirlo, son las que demasiadas veces lastran el papel del docente en artes, especialmente en la educación secundaria. De la educación primaria poco podemos decir, ya que esta figura es inexistente, por desgracia, en este nivel, más allá de la buena voluntad de maestros y maestras. Habitualmente maestras generalistas, cargadas en el mejor de los casos de pasión y autodidactismo DIY Do it Yourself, tan de moda en los últimos tiempos. Todo en inglés parece sonar mejor, los artistas somos muy dados a titular nuestras obras en inglés, debe ser por eso que los centros educativos reservan las horas de anglosajón precisamente para la impartición de las artes visuales, debe ser por eso, sin duda. 

El capítulo habitual de lamentaciones, al que somos tan dados los artistas, se suele centrar en los demás. El mito del artista incomprendido bebe de esas fuentes de lamentación y autotortura. Pero en esta ocasión, creo que hay que focalizar la crítica en nosotros mismos y dejar de lanzar acusaciones a ese mundo tan corrompido e inculto que no es capaz de entender nuestro trabajo. Jamás se ha realizado un estudio completo de la percepción y la autopercepción del profesorado de artes especializado en los centros educativos. Evaluar la percepción que el alumnado tiene, en diferentes etapas de su vida, testando a alumnos presentes y exalumnos, parte que recoge de algún modo el trabajo sobre Pérez Contel, y confrontarlo a la autopercepción que el profesorado tiene de sí mismo, sería un buen punto de partida para ver en que situación nos encontramos. Podemos intuir ya algunas posibles conclusiones de ese hipotético estudio, que la recién creada SEA, Sociedad para la Educación Artística, debería quizá liderar como una de sus primeras acciones diagnósticas.

En cualquier caso, y sirviendo de pequeño homenaje a profesorado como Pérez Contel, mi reflexión irá por la idea de proyectar futuros, que como bien decía Eisner (2004), solo pueden hacerse con el poder de imaginarlos. A mi juicio, los artistas, y el profesorado de artes, en general todo el profesorado, y puede que una parte importante del mundo, nos hemos dejado arrastrar sin imponer demasiada resistencia, fuera de nuestro marco de acción y de nuestro espacio de conocimiento, con consecuencias que se pueden medir terribles. Habría que esperar a ese estudio inexistente, para valorar, por ejemplo, el efecto de abandonar una concepción del mundo, donde el poder de la imaginación es fundamental en su configuración, por un mundo donde según la mirada materialista imperante “los recuerdos o los productos de la imaginación son estados cerebrales y por tanto materiales (Gabriel, 2015, p. 38). 

Nos hemos dejado embarcar en una nave a la deriva, no solo que no sabemos capitanear, ni siquiera nos podemos mantener de pie en la proa sin sentir náuseas. Pero, a pesar de ello, nos aferramos a la supuesta seguridad que nos ofrece, sin atrevernos a lanzarnos a nadar y alcanzar la orilla que siempre miramos de reojo, mientras nuestro mundo se tambalea, eso sí, lleno de certezas y supuestas verdades objetivas incontestables. Bueno, el día que os apetezca nadar, yo andaré por allá, puede que medio ahogándome sí, pero sin dejar de bucear en el mar de la imaginación y sin abandonar el marco de la subjetividad. Es curioso que el profesorado, cuyo foco de acción y atención son las personas, trate de substituir el marco de la subjetividad, por el nuevo referente narrativo de la objetividad materialista. Sí, toda teoría sobre el mundo es una narrativa, sin excepción, también el materialismo. Si hay alguna cosa que caracteriza de forma exclusiva al ser humano, es precisamente que este se nutre, se desarrolla y vive en el marco de la subjetividad. La subjetividad es probablemente un valor exclusivamente humano, y renunciar a ella y todo lo que implica con relación a la forma en la que comprendemos el mundo, es directamente una aberración, especialmente, cuando esa aberración la comete un educador en artes, el campo más profundamente anclado en el mundo de la maravillosa e iluminadora subjetividad.

Creo sinceramente que debemos plantearnos con seriedad nuestra concepción del mundo, un aspecto del que ya he reflexionado anteriormente (Ramon, 2018). La razón es muy simple: “No entendemos a nuestros semejantes aplicando métodos generalizables” (Gabriel, 2015, p. 147). Es decir, renunciar a trabajar con seriedad, desde el marco de la subjetividad, pero muy lejos del relativismo, —estamos hablando de formas y conceptos diferentes—, implica renunciar a trabajar en el marco de lo esencialmente humano, para caer en un relato absurdo y vacío que reduce el mundo y toda existencia al objeto. Algo que nos lleva a pensar que el arte es el objeto, cuando en realidad “la obra de arte tiene propiedades que son incompatibles con ciertas propiedades del objeto físico; y, alternativamente, se puede objetar que la obra de arte tiene propiedades que ningún objeto físico podría tener: en ninguno de estos casos podría la obra de arte ser objeto físico” (Wollheim, 1972, p. 10).

Invito, por tanto, y para concluir esta pequeña aportación, a todo el profesorado en artes, a repensar su papel como docentes, a perder el miedo a trabajar desde la especificidad propia de las artes y sus formas particulares de entender el mundo y construir conocimientos. Ya estamos pagando un precio demasiado alto como para, además, dejarnos seducir por una concepción del mundo limitada y limitante que nos relega todavía más y elimina las múltiples dimensiones y formas de conocimiento que las artes ofrecen, reduciéndolas a meros productos materiales o a simples reacciones químicas neuronales. De ahí, a acabar teniendo una conversación estúpida en el vestuario de un gimnasio cuestionando el dinero invertido en una obra de arte público, por considerarla inútil, solo hay un paso. La defensa de la educación artística, pasa irremediablemente por la revisión de nuestras concepciones del mundo y por la filosofía del conocimiento que nos lleve a liberarnos de la narrativa del discurso hegemónico materialista. Buen viaje y mucha suerte.

Referencias

Eisner, E. W. (2004). El arte y la creación de la mente. Paidós.  Gabriel, M. (2015). Por qué el mundo no existe. Pasado y presente.  Macharowsky, A. (2021). Rafael Pérez Contel. La pasión por la enseñanza del arte. Edictoràlia.  Ramon, R. (2018). Derivas de la enseñanza del arte. Reivindicando la construcción filosófica de la educación artística. En J. P. Queiroz & R. Oliveira (Eds.), Os Riscos da Arte: Formação e Mediação (pp. 83-91). Universidade de Lisboa.  Shinner, L. (2004). La invención del arte. Paidós. Wollheim, R. (1972). El arte y sus objetos. Seix Barral. 

© Ricard Ramon 2023

© Ricard Ramon. Todo el contenido bajo licencia: CC BY-NC 4.0

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