El acto se articula a través de un medio. La fotografía, como cualquier obra artística, necesita ser mediada por la tecnología, entendida como el medio de transformación de la materia o de visualización material activa del pensamiento. La tecnología es resultado del pensamiento, pero a su vez, también condiciona y estimula nuestra forma de pensar de maneras diferentes, por lo que es necesario reflexionar brevemente sobre las condiciones del medio tecnológico y su influencia decisiva en la construcción del acto.
El acto implica siempre un proceso consciente de preselección del entorno, lugares y actores que van a formar parte de la poética de la imagen. Esta preselección, que va configurando los elementos sobre los que partir e integrar en la imagen, puede ser contingente o diseñada previamente. Es decir, se puede tratar de un espacio y actores con los que nos encontramos de forma casual o aleatoria, sin previa planificación del lugar, o un punto preseleccionando por otros. Pero también en muchas ocasiones se trata de una preselección consciente, como cuando se desarrollan investigaciones y acciones sobre un espacio concreto que nos interesa por diferentes motivos, o un colectivo o grupo de personas que elegimos también por una razón concreta para que se conviertan en los protagonistas de nuestro proceso de visualización y creación de poéticas fotográficas.
Cuando vamos a realizar una acción fotográfica, esta nunca deviene como un elemento aislado o completamente desconectado de nuestras experiencias anteriores y posteriores. Como parte que es de un relato biográfico personal, la acción fotográfica establece una relación, no siempre consciente y meditada, con relatos o narrativas anteriores que pueden provenir de múltiples factores y situaciones. Habitualmente se vinculan a intereses personales que tienen que ver con la forma y la mirada que proyectamos sobre el mundo. Ofrecen una continuidad narrativa a nuestro propio discurso sobre el mundo o tratan de plantear una alternativa a esa narrativa ya conocida, implicando riesgos conceptuales muy interesantes desde el punto de vista de la transformación y el aprendizaje consciente.
El acto fotográfico es siempre un acto físico al tiempo que mental, en permanente equilibrio de estos medios. Se piensa con el cuerpo completo y en el acto, cuerpo y pensamiento devienen una única cosa indivisible e indistinguible. El acto implica interaccionar el cuerpo con el mundo, exponer el cuerpo y, en las ocasiones más extremas, incluso perder el cuerpo y la vida. Son numerosas las fotos que han costado una o más vidas, a veces por cuestiones nimias e intrascendentes y otras con fuertes cargas épicas. Pero esto quizá no debe preocuparnos en exceso en nuestro objetivo, dado que en circunstancias normales, la fotografía no es una actividad de alto riesgo, aunque implique sus riesgos como la propia vida en su conjunto, vivir es la actividad más arriesgada del mundo. Esto, por tanto, no será un impedimento para narrar las bondades y las necesidades de ejercitar el acto y el acto es defendido como fuente de vida frente a la mirada necrológica que la teoría fotográfica suele proyectar sobre esta.
Hay unas imágenes que se presentan como fragmentos acaecidos de un pasado no tan lejano. Estamos hablando de las imágenes fotográficas del pasado. Desde la invención de la fotografía y su continua y constante popularización hasta llegar a las actuales cámaras digitales, esta ha ido constituyéndose poco a poco como el instrumento más adecuado para ir depositando y construyendo incluso la esencia de la propia memoria visual, desde los ámbitos y eventos de la vida privada, hasta las demostraciones públicas o espacios de la vida cotidiana compartida.