🎨 La hiperbólica “coentor” de Mare Meua!, de Martina Botella
Traducción del post original en valenciano publicado en mi blog personal: ricardramon.net
Partiendo de la premisa de respetar la estética de “la coentor” valenciana, como un instrumento referencial poético y como una propuesta estética creativa, interpretada e incorporada por los artistas valencianos en su discurso visual identitario, esta obra es un colofón perfecto para la reflexión planteada en este apartado del libro. Ya tuve la oportunidad de conocer en directo la pieza, profundamente irreverente y a la vez síntesis ideal del respeto sentido hacia los valores hiperbólicos vitalistas de la cultura y la estética valencianas.
Curiosamente, una propuesta hiperbólica que recurre precisamente a la economía de medios y la austeridad del vitalismo gótico, para ofrecer una extraordinaria síntesis del espíritu valenciano, con tan solo tres elementos. El juego simbólico y la disposición de estos tres elementos genera, por el contrario, un relato kitsch, propio del “la coentor” más exquisita y pura, extraído de una atenta observación al carácter vital de los valencianos.
Por un lado, la seriedad implícita y solemne de la figura de Cristo, se contrapone a la expresión, escrita en letras y tipografía de brillantes, con la exclamación “Mare Meua” Esta simple contraposición recoge ya muchas de las obsesiones propias que definen a los valencianos. La veneración hacia la imagen de la Virgen María, ante la figura y la imagen del mismo Cristo, presente desde los orígenes en la formulación identitaria valenciana, nos vincula de nuevo con el vitalismo que nos acerca a una figura humana, no divina, y que además representa el concepto y la idea de Madre, con todas las implicaciones simbólicas que esto representa.
Una síntesis de las dos miradas, la hiperbólica barroca y kitsch de “la coentor” y la vitalista gótica, en una misma imagen. Minimalismo de recursos visuales para crear una reacción estética hipertrofiada y conceptualmente casi perfecta, en el sentido de representación identitaria. El juego de desafío, lejos de caer en la irreverencia aparente, cae en el respeto hacia el nosotros y nuestra forma de ser e interpretar el mundo. Un respeto hacia ese sentido de huir de las interpretaciones literales del mundo, de huir del sentimiento trágico de la vida, sin minusvalorar la tragedia, pero integrándola dentro de una forma de hacer y ver las cosas igual de desdramatizada que pasional y exagerada. Pero exagerada en lo vital, en el sarcasmo, en la idea que, al fin y al cabo, ese grito tan propiamente valenciano de: “Mare Meua” Implica la respuesta a las múltiples acciones y formas de vida hiperbólicas de nuestros conciudadanos culturales, y lo hace con un sentido de descarga emocional y solidaridad compartida, en el hecho de que esconde una sorpresa ficticia. Un “Mare Meua” implica la idea de: qué barbaridad, pero qué barbaridad más propia, más nuestra, más compartida. Sabemos de lo que hablamos.
Pero esta complacencia hiperbólica, compartida, no nos evita ser críticos. La obra de Martina es todo un relato de crítica fina, que podríamos aplicar a tantas y tantas cosas de la cultura valenciana. Al contrario, utilizamos el mismo recurso hiperbólico para estructurar nuestra crítica a nuestras prácticas hiperbólicas, que más que tener la voluntad de eliminar, como mucho nos gustaría matizar, transformar, cambiar, pero no destruir ni disolver, evidentemente, puesto que queremos nuestra cultura, y no se quiere destruir aquello que se ama. Se desea que continúe vivo, y todos sabemos que únicamente el cambio y la transformación permanente, permiten la supervivencia. No ver esto, es certificar un relato necrológico sin darse cuenta de estar ya en el cementerio.
La expresión con la boca abierta de la calavera, de nuevo hipertrofiada, hiperbólica, situada sobre el rostro de Cristo en la cruz, reivindica con humor nuestra capacidad de reírnos de nosotros mismos, que los fervorosos garantes de las esencias muertas, no toleran. Y lo hacemos, evidentemente, con los recursos estéticos por excelencia de nuestra identidad, el de “la coentor”. Así, esta obra, ríe y pone en evidencia esta actitud esencialista, que hemos visto ejemplificada en los ataques violentos a obras de arte, en acciones serias y afectadas en los gestos, que los adoradores de la muerte hacen valer con instrumentos diversos, y que se van a ver a menudo reflejadas en las acciones políticas de los gobiernos de la ultraderecha que nos tocará sufrir durante algunos años.
Necesitamos, entonces, muchas más obras y artistas comprometidos, para redefinir, ahora todavía con más urgencia, las estéticas identitarias valencianas. Hay que reivindicar, por lo tanto, la estética de “la coentor” como el modelo estético identitario valenciano, en realidad más transgresor y que seguramente resultará más incómodo a las posiciones de los amigos del inmovilismo y el fanatismo necrológico, de los esencialistas identitarios. No hay que decir mucho más en este punto.
Este texto es un fragmento traducido del libro Pedagogies Visuals de la Identitat Valenciana publicado por Afers Editorial.
© Ricard Ramon. Todo el contenido bajo licencia: CC BY-NC 4.0
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